Mario López Espinosa
La localización exacta
Mientras caminaba apresuradamente y con decisión firme por aquella pradera interminable, recordaba con profunda tristeza las crueles palabras de su despótico padre al recobrar ella el conocimiento, después de cinco días de luchar contra la muerte.
–El bastardo nació sin vida, por fortuna y designio de Dios. Decidimos enterrarlo en un lugar que no conocerás nunca para no volver a recordar tu terrible pecado, que puso en riesgo la honra de nuestro apellido. Lo hice personalmente.
Después de casi cinco meses de desesperación y sufrimiento, confrontándose una y otra vez con la negativa contundente de su totalitario padre a revelar el lugar de la sepultura, se presentó finalmente la confesión reciente de su Madre cómplice, ante un inquisitivo interrogatorio a que la sometió, en el sentido de que ella no vio al niño sin vida cuando se los llevó su padre. Su sospecha se convirtió en luz al llegar a la firme conclusión de que su hijo no había muerto y que seguía con vida en algún misterioso y no muy lejano lugar. Su esencia de madre se lo volvió a gritar, ahora más rabiosamente que nunca.
Aceleraba resuelta y anhelante el paso sobre el trigal, con el corazón agitado y la sonrisa expectante labrada en su rostro, cuando vino a su memoria también aquella imagen reciente en que irrumpió de improviso en la Asamblea de la empresa de su intolerante padre, justo en el momento en que presentaba su informe anual, subió atropelladamente al estrado, le arrebató el micrófono y se dirigió a los asistentes diciéndoles:
–Os ofrezco una disculpa por esta interrupción, pero debo hacer entrega de inmediato a mi Padre, el Presidente de la empresa, de una nota urgente de la más extraordinaria importancia para el futuro y la tranquilidad de él y de todos ustedes.
La nota decía lo siguiente:
“Dispones de un minuto exactamente para anotar en el reverso de esta nota las indicaciones del lugar en que se encuentra mi hijo, de lo contrario enteraré a todos en este momento del horrible crimen que has cometido. Juraré por lo más sagrado que le quitaste la vida con tus propias manos”.
No resultó difícil averiguar la localización exacta de aquella granja.