Mario López Espinosa
La Marcha en Madrid
El fascinante Madrid, pleno de fantasías y de contradicciones, diálogo continuo entre el deseo indómito y altanero de descubrir y la obstinación aferrada a las costumbres y a las tradiciones. Un Madrid que brinca y fuma caminando, titiritando de frío o abanicándose el calor que tanto buscan y añoran los nórdicos de Europa. Un Madrid que discute de cualquier cosa en un siempre aparente altercado en bares y tabernas. ¿Porqué hablará tan alto el español? Quizás tenía razón aquel viejo poeta sabio del violín roto, y no es que hable muy alto el español, sino que los demás escuchamos desde el fondo de un pozo. La noche interminable, eterna, incansable noche de Madrid, escabulléndose de la monotonía del atardecer; dando al oscurecer la evidencia de algo prematuro. Ese Madrid afable y cautivador, que vive para la noche, que se envuelve en sus provocaciones como si en la noche encontrara el remedio a sus males.
Los noctámbulos madrileños son fantasmas alegres que nunca descansan, que jamás duermen. Siempre dispuestos a dejarse seducir por el hechizo de la noche. Tal parece que están poseídos por el sortilegio del bullicio y que disfrutan con intensidad y sin oponer resistencia alguna al embrujo del vasto cielo estrellado y al encantamiento de la luna. Cada noche deambulan en peregrinación eterna, escoltados por el brillo de los faroles, y marchan de la mano buscando apagar el fuego de una voraz sequía de los sentidos. Donde el tiempo se desvanece como un espejismo. Los hombres y mujeres de Madrid comienzan a mostrar sus desplantes más altivos y sus mejores ocurrencias justo cuando ellos van por la mitad del porrón y el reloj va por allá por la mitad de la madrugada, que es la hora en que van surgiendo las sensaciones que más estremecen el alma con un gran escrúpulo de erudición sentida. El Madrid vehemente apura la copa hasta el amanecer como en el cumplimiento de un ritual fatídico, y como si en ello le fuera la vida. Conoce y domina los misterios de la noche. La pecaminosa noche de Madrid que es, sin lugar a dudas, la más desvelada y bullanguera de todas las noches de Europa.