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Vivencias

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El secreto de un prestigiado empresario italiano

 

Pienso que puede resultar interesante y tal vez hasta divertido compartir con ustedes el relato de mi experiencia con un prestigiado empresario italiano durante aquel tiempo que disfruté variadas vivencias como Consejero Comercial de México en Italia.

Lo conocí en la Ciudad de Torino, durante una misión que nos llegó de empresarios mexicanos que buscaban promover coinversiones en México con algunas firmas italianas de prestigio. Este empresario, personaje central de mi relato, cuyo nombre me guardo para más adelante, era...

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Un invitado interesante

 

De acuerdo, lo espero entonces a las 18:45, - dijo y colgó el auricular. Era el Embajador de México en Italia, quien me había invitado a cenar en la Residencia, es decir en su casa, para la noche siguiente, que era sábado.

– Tendremos un invitado interesante, – destacó

Excelente – me limité a responder, y, conteniendo mi curiosidad y apegándome a las buenas prácticas diplomáticas, no pregunté de quién se trataba...

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Travesura en Laussane

 

Una de las más inocentes y atrevidas travesuras que he cometido tuvo lugar en la hermosa ciudad suiza de Laussane. Claro que más de uno de los directamente afectados no la hubiera calificado de tal manera de haberse enterado de que yo fui el principal responsable de esa extraña confusión, la que aquel español simpático se empeñó en denominar “verdadero follón”...

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El principal problema de México

 

Me trasladé de Londres, donde yo vivía, para participar, con la representación de Nacional Financiera y de la Secretaría de Hacienda, en una misión que acudió a Roma con motivo de la reunión bianual de la Comisión Mixta de Cooperación Económica, Científica y Cultural México–Italia. La Delegación de México era encabezada por el Canciller Bernardo Sepúlveda y el Embajador de México en ese país, que en aquel entonces era el Dr. Octavio Rivero Serrano, un prestigiado médico que había sido Director de la Facultad de Medicina y Rector de la UNAM, un hombre de cultura refinada y de ingenio agudo.

Al día siguiente a la fecha en que concluyeron los trabajos del encuentro, el Embajador... 

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¿No tendrán de casualidad Mechiulak?

Nos encontrábamos en la misteriosa, legendaria y, sin duda, bellísima ciudad de Argel. Habíamos acudido dos funcionarios de Nacional Financiera, mi jefe y Director de Programación Industrial, Ramón Carlos Torres, y yo, que había sido elegido para hacer la presentación del Programa Conjunto de Nafinsa con la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial que había sido diseñado e instrumentado para impulsar el desarrollo de la Industria de Bienes de Capital en México. El evento lo organizaba la propia ONUDI y el tema era justamente el de las experiencias de fomento a la industria de bienes de capital en el mundo en desarrollo.

 

Antes de narrarles la anécdota que me interesa contarles, quisiera referirme como antecedente al hecho de que... 

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¿Y el Puente?

 

En una ocasión acompañaba a Pedro Ramírez Vázquez, uno de mis verdaderos maestros, aunque creo que él nunca se percató de ello, en un viaje de París a Moscú. Mi primera visita a la capital de la entonces Unión Soviética. Hicimos escala en Praga y después de dos horas de espera inesperada nos comunicaron que el avión había sufrido un desperfecto y que estimaban que tendríamos que esperar en el aeropuerto alrededor de siete horas para reanudar nuestro trayecto. Decidimos acudir al Bar del aeropuerto en busca de refugio y consuelo. Conversábamos mientras nos deleitábamos con una excelente cerveza checa, cuando de repente ...

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Un homenaje a un gran maestro

Otro de los grandes maestros que he tenido en mi vida, lo fue Don Horacio Flores de la Peña, insigne economista coahuilense, quien fuera Director de la Escuela de Economía en la UNAM, ideólogo del modelo de desarrollo compartido, Secretario de Patrimonio Nacional más tarde y después de asumir la Presidencia del CIDE, Embajador de México en Unión Soviética, Italia, Chile y República Checa. 

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Una lección en el casino

 

Sucedió un viernes de verano en el Casino del Hotel Crowne Plaza San José Corobici, de la ciudad capital de ese pequeño oasis de la tierra, al que Dios premió con un pedacito de cielo y que la gran mayoría de los habitantes del planeta conocen como Costa Rica. 

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Ay, ustedes los mexicanos...

Fue durante una de aquellas reuniones fascinantes que habíamos decidido celebrar cada dos meses en la Universidad de Essex, una universidad relativamente moderna, instituida apenas en 1966 justo en Colchester, la ciudad más antigua de Inglaterra, fundada como Camulodunum, en el año 25 Antes de Cristo. 

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¿Llevará  mi nombre?

 

Fue durante aquel extenso período de trabajo en Nacional Financiera. Coordinaba yo el Programa Global para el Desarrollo de la Microempresa. Andábamos impulsando proyectos productivos en comunidades marginadas con base en la metodología que había yo diseñado en conjunto con los propios productores de muy bajos ingresos, aunque más bien debería de decir productoras, pues en la gran mayoría de los casos se trataba de mujeres, que en mi México querido e injusto, por desgracia siempre han sido y siguen siendo las más pobres de los pobres. 

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La máscara de aguacate

 

Vivíamos en Londres en aquel entonces, cuando una noticia se publicó en los medios, relatando un evento que sucedió más o menos así:

 

En una muy pequeña población rural, muy cercana a la capital de Inglaterra, habitaba en una hermosa casa de dos pisos y techo de dos aguas, una pareja sola de adultos casi mayores. Un día de tantos, después de desayunar, el marido se despidió para dirigirse a su trabajo y la esposa decidió iniciar sus tareas cotidianas con el arreglo de su persona. Subió a su habitación y comenzó con el habitual tratamiento de su cabello. Colocó un nuevo tinte, ahora, por cierto, color naranja, más que pelirrojo, agregó laboriosamente unos amarres a sus rizos con pequeños trozos de papel de estaño. Después...

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Un buen susto en Teherán 

 

De repente me surgió la certeza de que esa noche sería la de mi último día. Me temblaron las piernas. Se me hizo un hueco en el estómago. El brusco ruido de las cortinas de cuentas, abriéndose para dar paso a aquel hombre con mirada diabólica y apariencia de rufián no presagiaba nada bueno. Sus ojos, como dardos, se clavaron de inmediato en la mujer que estaba sentada junta a mi en la barra de aquel bar misterioso y extravagante, y con la que recién había cruzado algunas palabras. Mi gran amigo que me acompañaba, el pequeño Fernando, que no medía más de 1.65, que era un poco obeso y que usaba lentes muy gruesos, también se había percatado del peligro, y lo manifestó con un suspiro reprimido. Dos hombres grandes, con barba muy negra y rostro de corsarios malditos, escoltaron aquel hombre al dirigirse pausadamente hacia mi vecina de banco...

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Una lección en Moscú

 

 

Sucedió hace muchos años, cuando acompañaba en otro de sus viajes al Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, uno de mis grandes maestros, y tal vez el primero que me entregó su confianza como si nada y se arriesgó conmigo.

 

Estaríamos varios días en una visita oficial en Moscú, la capital de la entonces Unión Soviética, y se nos cruzaba el invierno y un fin de semana. No profundizo en las razones y detalles de nuestra visita para no divagar ni alejar el relato de aquella gran lección que quiero compartir con ustedes.

 

El hecho es que un funcionario del Gobierno nos preguntó el viernes sobre lo qué deseábamos hacer el fin de semana y de cómo podrían asistirnos. Le dijimos que en breve se lo haríamos saber... 

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Nosotros también

 

Era una de aquellas épocas en que recorríamos las capitales de los principales países de Europa, renegociando al deuda externa de México. El grupo lo encabezaba José Ángel Gurría, en ese entonces Subsecretario de Hacienda. Llegamos a Madrid a un encuentro de todo un día con los banqueros españoles y portugueses. En la noche, Don Luis Yáñez-Barnuevo García,  Secretario de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica de España, nos ofreció una espléndida cena en un excelente restaurante de Madrid, a la que asistieron sus más cercanos colaboradores y los representantes de los banqueros. La plática giró en torno de diversos temas y

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Soy tu conciencia

 

Es extraño, jamás en mi vida laboral me ha sobrado tiempo. Siempre ha sido una de mis principales quejas laborales que el día no tenga más de 24 horas. Por lo general, me he sentido absorbido y agobiado con mis tareas y proyectos. En aquella experiencia de nueve meses en aquella empresa alemana, sin embargo, lo extraño es que me sobraba tiempo. Debo aclarar, en descargo de mi pereza, que el Director General y mis compañeros coincidían al afirmar que nunca antes se había logrado tanto en la Gerencia que yo presidía, como en aquel período en que yo era el titular. Será el sereno, pero a mí me sobraba tiempo.

 

En una tarde, tal vez para atenuar mi sensación de aburrimiento, decidí jugarle una broma inocente a uno de mis colegas...

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Tagetes Erecta                                                                                                              

Otra anécdota mas de aquella mi estadía en mi querida Milano, desempeñando el cargo de Consejero Comercial y de Cónsul Comercial en Italia, pues por una rigidez burocrática de la diplomacia italiana yo desempeñaba de manera simultánea ambos cargos en dos ciudades distintas: Roma y Milán. Estábamos por concluir otro día más de labores cotidianas cuando Giovanna, mi eficiente Secretaria, me dijo :

 

-Signor Console, quisiera comentarle de una llamada que recibí hoy y que me parece un poco extraña.

 

-Adelante Giovanna, le dije. por favor tome asiento.

 

Resulta, - me dijo, - que hace poco más de una hora, recibí la llamada de un alto ejecutivo del Grupo industrial Carlo Erba, el señor Giuseppe Franco, Gerente de la División Farmagrícola, quien extrañamente lo primero que hizo fue preguntarme sobre...

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